side-area-logo

LA ESTAMPA INDELEBLE

Hubo un tiempo en que buena parte de los libros se hacían con el cuidado y el amor al detalle que exigen las Artes Gráficas. Hasta no hace mucho, el arreglo de cualquier modesta edición de tiraje masivo apelaba a una dignidad de porte inolvidable y bellísima: tapa, camisa, guardas iluminadas, un papel decente y una elegante portada a dos tintas con viñeta incluida.

Muchas de esas hermosas publicaciones andan por el mundo desahuciadas, y han acabado sus días en el cajón de revolver de los libreros de lance, junto a obras en papel pajizo editadas al descuido y la chusma agobiante de la novelería actual que envejece pronto y mal.

La usura del tiempo y el rasero del olvido hacen de esas frazadas de libros un todo lastimoso donde dominan el color y el olor de la decrepitud. Se nos han ido muchas mañanas de domingo espigando en esas escombreras la obra hecha con primor. Bajar a pulmón hasta el fondo de esa aguachirle editorial y volver a la superficie con algo decente ha sido durante años el objeto de nuestro baño místico en la edición.

Hemos acabado por admitir que esa tarea de recuperación tiene un sentido redentor. Nos ha llevado tiempo entender que lo que esas publicaciones sentenciadas merecen y sin duda buscan en nosotros es una segunda oportunidad, una vida nueva.

Proporcionar expectativas y un nuevo porvenir a una edición cabal venida a menos y en peligro de esfumarse para siempre en el molino de papel —cuando no en el fuego— es lo que nos propusimos al crear La estampa indeleble. El corte con su pasado y la inmersión de un libro modesto en otro porvenir exigen para él una nueva identidad. El cometido de La estampa indeleble es indagar acerca de qué autor y bajo qué estética y pie editorial es creíble esa nueva identidad. Y plasmarla, con todo el esmero y no poca dificultad, en páginas no impresas extraídas de la propia publicación.

La biblioteca resultante es deliciosamente monográfica, clásica a su manera, de sobra conocida y, no obstante, también peculiar y lo bastante enigmática para retener al espectador ante de una serie de publicaciones añosas y deslucidas por el uso; venerables, exquisitas y a todas luces insólitas joyas de la edición por cuanto los títulos que acreditan y los autores que los firman son extraños al ámbito de la bibliofilia.

Todos los títulos de la colección fueron hitos masivos del mundo de la música pop que nos deslumbraron en su día, a los que la minuciosa alquimia de La estampa indeleble recupera para el mito de la cultura libresca y transfigura en austeros volúmenes que todavía emanan fama, pero ya no resplandor ni decibelio alguno sino algo muy distinto y propio de toda biblioteca antigua: la fragancia tostada y el lustre delicado, solemne y sabio del papel trabajado por el tiempo.

Así es como opera La estampa indeleble. Aunque el secreto a voces de su cocina vendría a ser ese, lo cierto es que su auténtico latido es bien simple y puede ser descrito con muy poco: la admiración sin reservas por los libros hermosos y las Artes Gráficas tradicionales.