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EL AZUL DE LA CARNE

La noche primigenia de la especie es la del homínido, la noche en la sabana impenetrable atestada de peligros. Nuestros ancestros no conocían aún el palo como extensión amenazadora del brazo. A semejanza del resto de los animales, su principal arma de ataque y defensa era la boca.

Si bien la boca bestial del homínido fue la primera arma y antiquísimo eslabón inicial de una cadena que llega hasta el dron y el misil inteligente, fue también el órgano que desarrolló los rudimentos del lenguaje hablado.

La complejidad simbólica y la riqueza polisémica de la boca se asientan en el amplio abanico de funciones que ejerce —respiratorias, nutricias, defensivas, lingüísticas, eróticas—, muchas de ellas claramente anticipatorias de habilidades y técnicas asumidas posteriormente por las manos y las herramientas.

La boca fue la primera arma; como atestiguan las antiquísimas siluetas de manos sobre las que se soplaron buches de color pulverizado, el primer pincel; y fue también un antecedente elemental de lo que llegaría a ser la imprenta.

La boca es una imprenta orgánica. La disposición de las piezas dentales en los maxilares es semejante a la de los tipos móviles en el componedor del cajista. La ortodoncia y la mecánica dental son operaciones de alineamiento de piezas móviles equiparables a la ordenación de los espacios y los tipos en la imprenta clásica; el objeto de ambas técnicas es idéntico: conseguir la regularidad y la armonía de la impresión, tanto si se trata de un texto sobre papel como de una dentellada pasional sobre el pecho del amante.

El mordisco violento de ataque o defensa es la primera prueba de imprenta, el gesto atávico de violencia extrema que prefigura no solo la imprenta de Gutenberg, sino también un sistema de impresión posterior y muy sofisticado: la cuatricomía o impresión en cuatro colores —negro, azul, cian y amarillo— cuya superposición produce la imagen en color. Esa sucesión de colores es idéntica a la evolución por la que pasan los tonos del hematoma que el mordisco violento deja en la carne hasta que desaparece.

El paso del azul por la carne —El azul de la carne— es uno de esos estados, acaso el único memorable por ser de largo el más hermoso y perturbador.